Los grandes mensajes nunca pierden su valor.

domingo, 7 de julio de 2013

El contador de historias

Al final de la playa hace muchos años habitaba un contador de cuentos, vivía en una caseta de maderas astilladas de las barcas varadas que el mismo  había construido.
En sus años mozos fue hombre de mar, pescador furtivo, por llamar así, pues la vida en el estrecho la pesca había cambiado, todos o casi todos pasaban en sus barcos tabaco rubio de contrabando.
Tendría unos sesenta y cinco años, ya se sabe que la vida ligada a los menester del mar hace las personas más mayores, fatiga, piel quemada entre otras cosas.
Retirado de las tareas marineras, pasaba el tiempo con la vista perdida en el mar, con el estrecho a sus espaldas como testigo de las aventuras.
Este buen hombre era vendedor de historias.
- Que quieres jovenzuelo. Te contestaba con voz ronca.
Quiero una historia. 
- Niño, tienes una monea de veinte duros..
Si, esta reluciente, le enseñabas la moneda en la palma de la mano.
-Toma el catalogo de colores. 
Comenzabas a hojear los colores, rojo, azul, amarillo, marrón, verde, gris entre otros.
Quiero el azul. Contestaba tímidamente.
- Muy bien niño, con sal o azúcar.
Azúcar.
- Con agua, Coca cola o vino.
Vino.
Mientras esperaba fuera y los cinco minutos salía con la nueva historia que iba ser dueño.
- Toma ni niño, tu historia.
- Dame la monea, quillo.
Falta el vino. Le dije.
- Renacuajo el vino es pa mayores, tu eres un mocosillo.
-Marchando pa tu casita con la historia sin alcohol.

Así pasaba los días vendiendo tabaco de contrabando, que  daba más beneficios que la pesca en las aguas revueltas del estrecho.

En cada cajetilla de rubio, estaba repleta de viejas historias,  hombres perseguidos, por el simple hecho, una vida digna.